EN EL DIA DE HOY: 1950

Texto y obra de JPellicer
Imaginando momentos llegamos a descubrir sensaciones hasta ahora desconocidas. Sensaciones que, a pesar de llegar con nosotros, de formar parte de nuestro fugaz equipaje, nunca llegaron a ser reconocidas ni admitidas.
Con el paso del tiempo vamos cayendo en la cuenta que nos van faltando o sobrando (nunca se sabe) las palabras, los argumentos, las respuestas… No por no tenerlas, sino porque seguramente ya no interesan, ya han dejado de importar. El paso del tiempo nos va relegando a rincones donde, desde la oscuridad y el silencio, si supiéramos, podríamos empezar a vivir una vida junto a nosotros llena de amor y disculpas.
Amor y disculpas por habernos convertido en nuestro más feroz verdugo. Por haber consentido, algunas veces por miedo, otras por indiferencia, la mayoría por ignorancia, ser los principales actores de una obra de teatro donde la miseria, el dolor, la violencia y la injusticia fueron el gran argumento; fuimos los principales actores en ese inmenso teatro sin darnos cuenta que no había público que nos aplaudiera, que no fuimos capaces de arrancar una sola sonrisa, que todo lo que hablábamos fueron palabras inventadas por otros, otros a los que, curiosamente, no les gustaba el teatro.
Por haber consentido ser testigos mudos, de llantos, de manos extendidas; de miradas cargadas de ¿porqués?; de cuerpos abandonados a las más duras situaciones (las de la indiferencia). Por haber girado nuestras miradas a vergeles y paraísos sin darnos cuenta que allí podía haber cabido otro más. Por haber llenado platos de comida sin preguntar al final ¿falta alguien? Por no sujetar la mano que pega, por no tapar la boca que escupe…
Por haber guardado silencio ante las voces y gritos de los que solo eso sabían hacer; y por haber gritado a los que amaban los silencios y hablaban con el alma…
Nosotros, que somos viajeros con billete de vuelta, que en nuestros bolsillos apenas caben nuestras manos; nosotros que hasta para llorar hemos pedido permiso; nosotros que para amar tuvimos que engañar, y por saber engañar nos olvidamos de amar. Nosotros que ocupamos dos sitios en el tren de la vida sin saber que para ese largo viaje fue el dueño de aquél viejo tren quien, apiadándose, nos lo prestó. Nosotros, que ciegos creímos ver maravillosas puestas de sol, sin darnos apenas cuenta que aquellas maravillosas puestas de sol, eran auténticos retratos pero que jamás reconocimos como nuestros simplemente porque nos hablaban con otro idioma. Nosotros que llegamos con lágrimas y nos marchamos dejándolas en los ojos de los demás. Nosotros que buscamos y buscamos sin dejarnos encontrar; que exigimos sin reparar en todas las voces que desde todos los mundos (nosotros parecemos conocer solo el nuestro) claman toda la justicia que falta en nuestra exigencia. Nosotros, que al entrar en la noche, contamos todo lo ganado, sin oír el murmullo de quien en esa misma noche no cuenta sino canta la más triste de las canciones, en la esperanza que sus dioses, clementes, con sus finos mantos de oro y púrpura cubran aquellos míseros cuerpos desnudos y expoliados.
Nosotros no tenemos oídos para escuchar, solo han sido usados para oír, y de lo oído casi todo lo hemos rechazado.
Ahora, como aquél payaso que creía saber el mejor chiste del mundo, y se dio cuenta que no tenia publico a quien contarlo.
Como el más afamado de los pintores que, al final de sus días, descubrió desolado que jamás había sido capaz de pintar un cuadro que, aunque fuera el más feo de todos, fuera suyo.
O como el más grande escritor de todos los escritores que, a través de su ventana, entre sueños, acariciando sus últimos instantes, observó casi sin aliento como sus lectores, entre gritos que no lograba oír aunque si sentir, mostraban todos sus libros con las paginas en blanco…. Páginas en blanco porque jamás fueron escritas con el corazón.
Ya sé que tú no hiciste nada de eso, seguramente yo tampoco, por eso, porque quiero que nuestro libro no lleve páginas en blanco; porque quiero que a nuestro vergel lleguen todos; porque no quiero que pasemos las noches contando sino cantando, por eso y por todo lo demás queridos amigos, os propongo una cosa, solo una: que este año de1950 sea el primero de nuestro “Gran compromiso” Que cuando seamos ancianos, allá por el año 2008, aquellos que lo vivan, recuerden este compromiso que nació de estas letras, y ellos, testigos directos, puedan, esbozar la sonrisa de todos, también la tuya y la mía. Al menos los que lo consigan, habrán luchado por poner letras del corazón en el libro del hombre.(jpellicer)

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